Que los españoles viven de fiesta en fiesta es una expresión muy conocida, y creo que también verdadera. El horario de trabajo parecer ser como de nueve de la mañana a cuatro o cinco de la tarde o sea que a partir de las cinco o seis de la tarde, dia de semana o no, es normal pasar por bares con mucha gente dentro bebiendo, viendo el fútbol en fin pasándola bien. ¡Fiestas toda la semana!
Yo creo que eso está bien no porque me guste tanto la bebida (que me gusta) sino porque creo que es el reflejo de algo que se tiene bien aprendido: antes que la producción económica es la persona.
La frase así leída parece una verdad de perogrullo pero la realidad del Perú, por ejemplo, nos muestra que es más bien un absurdo pensar así, sino pensemos en los horarios de trabajo de los trabajadores peruanos, en sus salarios, y de ahí también en el transporte público, etc. Y eso no sólo se aplica para los trabajadores de clases bajas, sino también en los profesionales de clases media y alta quienes pese a todo el dinero que ganan trabajan de ocho de la mañana a ocho de la noche por lo menos. Porque en la cabeza de todos los peruanos se ha asumido la subordinación de la persona a la producción.
No niego que llegar a un estado de bienestar como el español requiere de un proceso que toma un tiempo, pero el tiempo no puede ser infinito o sí? Pongámonos a pensar cuántos años de crecimiento económico consecutivo se ha tenido y luego veamos cuánto se ha avanzado a favor de los derechos sociales, y el saldo será muy negativo.
Este no es un llamado a la fiesta (que lo repito, me gusta), ni una oda a la pereza, es un llamado de atención a nosotros mismos: ¿para qué vivimos? Si la respuesta es para ser felices debería por lo menos hacernos pensar que hay varias cosas que debemos replantearnos.
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