Pobre García Toma, actual ministro de Justicia y ex presidente del Tribunal Constitucional (ay qué buenas épocas), ha quedado como un verdadero papanatas luego de firmar el D.L. 1097 (al margen de si la exposición de motivos presentada al Congreso fue la del Ministerio de Defensa o la de Justicia).
Este decretito, que tiene como objetivo permitir la salida de militares que son procesados por delitos contra los derechos humanos, debía ser firmado inevitablemente por el buen García Toma.
Al prestigioso jurista, uno de los magistrados más activistas que desarrolló la doctrina nacional de la imprescriptibilidad de los delitos contra los derechos humanos, se le solicitó firmar un decreto que niega todos sus postulados más elementales.
¿Cómo hacemos para que este “buenón” de García Toma firme esto? – se habrán preguntado Alan García y Rafael Rey.
“¡Que se haga la exposición de motivos!” – se le puede haber ocurrido a alguno de ellos,
“Voilá” – habrá respondido el otro.
García Toma cedió a la presión política del presidente (a la vez presionado por Rey) y se contentó con muy poco, con una exposición de motivos apenas. Según él, como hay una exposición de motivos tan bien hecha, no servirá para los propósitos de liberar violadores de derechos humanos, ya que los jueces deberán tomarla en cuenta para interpretar la norma.
La verdad es que la exposición de motivos sirve para poco más que nada, casi ni para hacer historia, y el jurista lo sabe de sobra, él interpretó como juez constitucional miles de veces diversas normas, y yo no recuerdo que haya recurrido ni una sola vez a la exposición de motivos de ninguna de ellas (y soy un asiduo lector de las sentencias del TC).
Así que no le creo eso de la exposición de motivos, por favor, cedió a la presión y punto. Pero un desliz lo tiene cualquiera, y el prestigio bien logrado no puede acabarse así por así, esto es fácilmente solucionable: O deroga el DL 1097 o renuncia, todo lo demás lo disminuye.
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