*Columna preparada para el portal chileno Política & Rock
“Aquí nos ven como animales” – me dijo ella sin pizca de ironía, mientras el metro nos llevaba a nuestro destino. Acababa de aterrizar en Roma, quería conocer algunas ciudades europeas luego de haber terminado el intercambio en España y antes de regresar a Perú. Ella no me conocía pero me esperó en la salida del aeropuerto, me ayudó a cargar las maletas y subimos en el metro. Ella era la esposa de mi tío quien no había podido escapar del trabajo para irme a recoger personalmente. Ambos eran inmigrantes ilegales en Italia.
Pronunció la frase con un registro de voz regular y me pareció un poco temerario porque “ellos” nos rodeaban en el vagón del metro. Es probable que no tuviera miedo porque “ellos” no entendían español, aunque a mí me gusta pensar que ella no tuvo miedo de ser escuchada. Luego de esa frase, “ellos”, los italianos, se habían vuelto mis enemigos pero a diferencia de ella yo sí les temía.
Mi sentido de justicia no puede evitar asumir la posición de la minoría y especialmente en este caso no pude evitar sentirme un inmigrante ilegal también. A mí ya me había causado un dolor irreparable saberme (más bien recordarme) en una tierra, en un mundo, lleno de odio insensato, de la más vil irracionalidad, del absurdo sobre absurdo llamado racismo.
Esta forma de odio denominada racismo está tan viva que hay políticas enteras de varios estados con contenidos racistas. Dos grandes potencias mundiales están en plena ebullición racista con dos leyes funestas: el Estado de Arizona de los Estados Unidos con la criminalización de la inmigración ilegal y Francia con la ley anti-gitanos. Basta recordar que ambas leyes se ensañan contra dos minorías raciales: la latinoamericana y la romaní.
¿Por qué el odio como un sentimiento pasa al odio como política estatal? En la actualidad han aparecido dos factores que contribuyen a esta causa: el ejercicio poco democrático de la política y la crisis económica.
El primer factor tiene que ver con la manera de ejercer la política de Nicolas Sarkozy y de Jan Brewer, Presidente de Francia y Gobernadora de Arizona respectivamente. Practican el decisionismo, es decir ejercen una autoridad fuerte, capaz de resolver los problemas del estado más allá de las discusiones y opiniones de otros, especialmente los de las minorías. El objetivo es preservar el orden y la prosperidad amenazados por los “enemigos”.
El segundo factor es la crisis económica que es un terreno fértil para este tipo de gobiernos, la ciudadanía se encuentra vulnerable debido a la escasez de trabajo y de ingresos y ve gravemente amenazada su calidad de vida. Necesita de alguien que solucione los problemas con eficacia.
Los gobiernos de este tipo intentan legitimarse presentando al grupo minoritario como el enemigo que produce o que contribuye a la reinante inestabilidad y establecen medidas radicales para exterminar al enemigo consiguiendo una sensación de alivio en su población.
Sin embargo el alivio será fugaz y el odio será perpetuo. Lo cierto es que la prosperidad económica no va a regresar cuando los latinos ilegales y los gitanos hayan desaparecido de estos estados. La crisis permanecerá porque encuentra sus causas en otros factores.
Mientras tanto los gobernadores habrán humillado millones de vidas, ilusiones y sentimientos. Y nosotros, el mundo, sólo habremos contemplado el odio y su evolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario