jueves, 4 de agosto de 2011

El antichilenismo peruano





¿Saben los chilenos que a los peruanos nos fascina llamarlos “rotos”? No lo digo con sorna sino con pena, detrás radica una evidente xenofobia. Es triste pero cierto que cultivamos y cosechamos nuestro nacionalismo a través de odios. En el fondo, la propia búsqueda de identidad nos obliga a buscar adversarios, porque ¿qué es la exclusión si no el reverso de la identidad?


Tampoco es que lo hayamos inventado, este fenómeno debe encontrar sus raíces en la misma condición humana, y el nacionalismo es sólo una forma histórica en que éste se ha expresado. Ciertamente, ¿qué sería de la nación francesa sin Alemania, de Taiwán sin China, de España sin los árabes, de Latinoamérica sin España? Sé que caigo un poco en el escepticismo schmittiano, pero lo amerita.


Entonces comienzo así: ¿qué sería de la nación peruana sin Chile? O, más precisamente, sin la guerra con Chile, completo mejor, sin la derrota en la guerra con Chile. No puedo decir que nada, pero tampoco que mucho. Hemos construido históricamente nuestro nacionalismo por la vía rápida, la vía del odio y el resentimiento. No es casualidad que nuestro cántico preferido durante un partido de fútbol de la selección (no necesariamente contra Chile) sea “el que no salta es un chileno maricón”, o que hayamos celebrado a gritos y vítores los goles de Venezuela en los cuartos de final.


No debe sorprender que uno de los hitos constitucionales de nuestra era republicana sea el discurso que el grandioso pensador peruano, Manuel Gonzáles Prada, diera en el Politeama en 1888, casi diez años después de la guerra del Pacífico, llamando a los peruanos al levantamiento, evocando todavía que “la mano brutal de Chile despedazó nuestra carne y machacó nuestros huesos” con el objeto de conmover al auditorio.


Decía pues, que hemos buscado la vía rápida y la hemos transitado felices sin preocupación, en desmedro, lamentablemente, de la mejor vía, que es la imponente cultura de la que vivimos rodeados pero que nos rehusamos a abrazar. Las generaciones de peruanos andan por la vida transmitiendo ese absurdo en nuestras casas, en nuestras escuelas, en nuestros barrios. Esa bendita guerra de hace más de un siglo sumada a las vicisitudes naturales entre países vecinos nos ha perseguido sin fatiga hasta nuestros días.


Las autoridades de ambos países, no obstante, vienen tomando desde hace algún tiempo decisiones para mejorar las relaciones políticas, al punto que hoy se puede hablar de una relación amistosa entre ambos países. Es cierto que hay todavía generales zopencos que tienen clavado en el alma el antichilenismo, como ocurre lo propio del otro lado; pero, en mi opinión, las autoridades parecen haber comprendido que la gran inversión chilena en tierra peruana, y la inversión e inmigración peruanas en Chile, dependen mucho de que se mantenga una sólida relación.


Me parece, no obstante, que hemos llegado al límite del éxito de nuestras relaciones dentro de las condiciones actuales. Hoy, ya no es posible avanzar más en la relación Perú-Chile, si no desterramos de una vez y para siempre ese virus “anti” que ha hecho de nuestra sociedad su hábitat. Estamos tocando techo, el único paso posible por dar, según los manuales, es la integración, y para ello hace falta un cambio abrupto en la educación en todos los niveles. ¿Seremos capaces? Y esta última pregunta está dirigida a los chilenos también.

1 comentario:

francisco dijo...

Sí, tocas temas que no mucha gente discute pero que son latentes y parte de la idiosincracia peruana.

Sin embargo, creo que paulatinamente hemos ido cambiando en ese aspecto. Creo que tu artículo refuerza algo que mucha gente está intentando cambiar, que es ese sentimiento anti-chileno.

Ahora, independientemente de la guerra con Chile y el tema marítimo que tenemos hoy en día, es innegable que ambos siguen haciendo cosas para 'joder' al otro.